Prácticas de enseñanza

Las prácticas de enseñanza deben ser consideradas y analizadas en su compleja totalidad; centrar la mirada en alguno de los actores, y especialmente en el alumno, reduce el proceso de enseñanza al aprender. Aprender es uno de los elementos esenciales cuando se diseñan propuestas de enseñanza universitarias, pero no puede ser el único; pues la planeación de la enseñanza incorpora la dimensión cognitiva de los aprendices, pero además las variables históricas, sociales, culturales y políticas que se visualizan en el aula, y que deben hacer parte esencial de cualquier propuesta de planeación didáctica, rigurosa y contextualizada.

En la actualidad, un docente de la Educación Superior se ve abocado a muchos interrogantes y desafíos que lo obligan a tomar decisiones en las que, en muchas ocasiones, se ponen en tensión cuestiones correspondientes a los aprendizajes del futuro profesional. Dichos dilemas y exigencias deben ser vividos por el colectivo docente como una oportunidad para re-construir y resignificar las prácticas de enseñanza. Este proceso demanda tiempo y exige un análisis minucioso acerca de la naturaleza, los condicionantes, las posibilidades y los límites de las prácticas; prácticas históricamente determinadas, caracterizadas por la vaguedad, la incertidumbre, el carácter de mutabilidad y su inserción en los contextos sociales particulares.

Esta reflexión no puede ni debe recaer exclusivamente en el docente (o en ninguno de los actores), sino en todos los actores políticos y administrativos que hacen parte del entramado cultural del aula. Es necesario gestar diseños alternativos que permitan pensar y re–pensar la enseñanza de manera ágil y permanente; y construir conocimiento sobre las prácticas de enseñanza universitarias reflexionando sobre ellas. Lo anterior puede llevarnos a examinar campos temáticos disciplinares que deben desarrollarse para permitir transformaciones ágiles, a tono con las exigencias políticas, laborales y culturales.

Hemos sido educados dentro de modelos donde la formación no es objeto de reflexión, donde prima la profesionalización y donde el problema de lo educativo se reduce a la utilización de formas transmisivas de enseñanza y aplicación de técnicas inconexas y desprovistas de sentido. El escenario universitario es un espacio en el cual el docente se reconoce como experto disciplinar pero no como enseñante y menos aún como pedagogo; y donde históricamente se le han prescrito procedimientos estandarizados para aplicar en el aula, con pretensiones homogenizadoras y universalistas que distan de ser construcciones reales y propias para cada contexto de apropiación de conocimiento. Se sugiere desde una nueva agenda de la enseñanza universitaria, un movimiento, de una práctica centrada en lo propositivo-normativo a lo descriptivo-interpretativo, es decir, que el docente visualice el aula como un escenario que debe estar impregnado de sentido y significación y no un escenario regido por la estandarización y la normalización, en el que en escasas ocasiones se reconoce como gestor y creador de las situaciones de enseñanza, aprendizaje y formación.